La virtud de plantear una red en la que se encuentran tanto las viviendas como el programa comunitario, es que provee una estructura verdaderamente acorde con la idea de habitar en comunidad. Las intersecciones de la red generan nodos de socialización, espacios que invitan al encuentro casual entre los vecinos. La estructura tejida por pasillos y estos espacios aportará a los residentes una sensación de estar comunicación permanente con el resto de los vecinos. La multitud de recorridos que se crean dentro de esta estructura sin jerarquías propone un habitar más libre, más fluido, más cercano a habitar en la naturaleza que a habitar en un edificio; en espacios en contacto directo con el exterior pero protegidos, para asegurar en todo momento unas condiciones óptimas de confort.
Estos puntos de encuentro albergarán también pequeños usos comunitarios que requieren una mayor cercanía a la vivienda, como por ejemplo pequeñas cabinas para lavar la ropa. Estos espacios se entienden por tanto como una extensión de la vivienda, en los que interactuar y compartir con el resto de residentes próximos.
Los grandes patios comunitarios serán espacios de relación directa con la naturaleza, pensados como grandes fragmentos de paisajes. Estos patios serían idóneos para la realización de actividades al aire libre (yoga, talleres, huertos recreativos) y sobretodo será en verano cuando su uso será máximo, funcionando como solarium donde disfrutar del sol. La vegetación podría estar controlada, pudiéndose incorporar ciertos tipos de árboles o flores que den identidad a cada uno de los patios y faciliten la orientación de los residentes dentro del conjunto.
En los edificios de programa público hemos incorporado una sección similar a la de las unidades de vivienda, con unas aperturas mayores para una mayor entrada de luz natural. Los planos inclinados de la cubierta crean un espacio interior único, atractivo y muy iluminado que crean unas condiciones óptimas para la realización de actividades y vida comunitaria. El programa más compacto se concentra en cabinas construidas a modo de muebles ubicados de forma dispersa dentro de los límites del edificio, de modo que nunca se pierde la espacialidad generada por la cubierta y el contacto permanente con los patios adjuntos.
El espacio doméstico es en este caso un espacio pensado para el lugar y para los futuros actores del conjunto. La arquitectura se pliega en el interior de la estancia para estratégicamente buscar un gran ventanal al norte encima de la cocina o una grieta sesgada de luz al sur. Además unas ventanas cuadradas repartidas por la fachada sur, más pensadas para una visión calmada, reflexiva entorno al patio y al paisaje circundante. Así, desde el interior de la vivienda se hace posible ver tanto al sur como al norte y estar en contacto permanente con el sol, el cielo y la tierra. La presencia de huecos enfrentados en fachada tiene a su vez otra serie de beneficios en cuanto al comportamiento energético de la vivienda, reduciendo su consumo. Una gran apertura hacia el jardín interior privado introduce este espacio exterior, verde, lleno de olores y colores, en el interior de la vivienda. Este jardín supondrá un espacio de contacto directo con la naturaleza a través del cual se pueden contemplar el sol, las nubes o los pájaros, respirar aire puro, o salir inmediatamente al espacio libre exterior.