Rehabilitación de la Torre San Miguel en Almería
La arquitectura que se propone no pretende alterar el paisaje existente, sino completarlo. Una intervención que lejos de entenderse como un edificio se acerca a las construcciones defensivas o a sutiles inscripciones en el territorio. Objetos encontrados que parecen que siempre han estado ahí, en el paisaje.
El fragmento de bahía de Almería acotado entre el pueblo de San Miguel de Cabo de Gata y el Faro se encuentra conectado por la vía ALP-822. En dirección sureste uno tiene el mar a la derecha y las salinas a la izquierda. La Torre de San Miguel a la derecha y la Iglesia de la Almadraba de Monteleva a la izquierda. Dos hitos en este paisaje árido, casi desértico.
La Iglesia, recientemente rehabilitada, se halla a pie de carretera, sobre un pódium que mira al mar. La Torre se encuentra a mitad de camino entre la carretera y el mar. La Iglesia pertenece al camino, se yergue blanca y esbelta. La Torre habita en la arena, próxima a las olas. Está hecha del mismo paisaje, no resalta cromáticamente. Es un tronco de cono de poca altura, de gran abstracción. Su figura se recorta con fuerza y con gran presencia en este vasto territorio. En los años ochenta se le añadió una muralla con torretas en las cuatro esquinas que se propone demoler para recuperar esa figura potente ya apuntada.
El “landart” utiliza el paisaje como material. Son obras erosionables, transformables por el clima y fundidas por la naturaleza. La arquitectura que aquí se plantea circunscribe a la Torre. Crea un nuevo recinto abierto, circular, alrededor de la pre-existencia. Se dibuja en el terreno con la geometría más sencilla, aquella que tiene un centro, desplazado en este caso. Una hendidura circular que entra en tensión con la propia figura cónica de la Torre. Una incisión que se planta a la cota existente en el alzado desde la carretera, dejando el perfil aislado de la Torre y que pausadamente ofrece una bajada del 6% hacia la entrada de la nueva construcción. Pronto uno se encuentra al resguardo del viento del Cabo de Gata. Deprimidos respecto a la cota de la Torre y entre muros de hormigón, se suceden los espacios requeridos en las bases del concurso. Casi sin querer, se supera este promenade zigzagueante y se vuelve a salir a la superficie por el otro extremo del arco construido, cercano de nuevo a la escalera de la Torre. Hemos cerrado este nuevo contorno y la Torre siempre ha estado ahí, rodeada e incluida.